En la tarde, sinfónicos los vientos
tocando están, con un fragor de olas,
su instrumental de árboles espesos.
Y el horizonte bruñen donde asoman
lampos como aquilones gigantescos:
muda borrasca de celestes frondas.
¡Claros reinos etéreos, nubes raudas,
En doradas mansiones entreabiertas!
Cambia color, escama por escama,
lívido el mar, y arroja a las arenas
una tromba de espinas irizada…
¡Oh! si en las horas que se hunden lentas,
murientes con el sol,
también a ti los vientos te pulsaran,
olvidado instrumento, Corazón!
Versión de Carlos López Narváez
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