El sol me conoce bien
sale cada mañana,
pero se acuesta cuando yo quiero,
a veces duerme al mediodía,
a veces padece de insomnio,
entra por la ventana
con la familiaridad del dueño de casa,
se mira largamente en el espejo,
me sonríe,
me hace un guiño,
por un momento
se queda atrapado en mi pupila,
luego se va danzando,
jugueteando con alegre premura
para perderse por las hendijas
del contraluz de mi propia sombra.
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