7
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.
17
Día tras día
en los charcos verticales,
de los espejos de los bares
se va perdiendo tu cara
esa hoja caída de un árbol condenado.
19
Frente al semáforo rojo
me detengo
esperando cruzar la calle.
Un niño me mira
desde los brazos de su madre.
Algo tiene que decirme,
algo tengo que decirle,
algo que será él.
Hasta el cambio de luz
me hundo en esos ojos asombrados
irrecuperables.
29
Yo me invito a entrar
a la casa del vino
cuyas puertas siempre abiertas
no sirven para salir.
31
Los perros ladran en el patio
al invitado triste de los domingos.
Sólo los gorriones lo saludan.
36
Un árbol me despierta
y me dice:
«Es mejor despertar,
los sueños no te pertenecen.
Mira, mira los gansos
abriendo sus grandes alas blancas,
mira los nidales de las gallinas
bajo el automóvil abandonado».
37
En la casa de madera
sueño con los pájaros
que anidaron alguna vez en este bosque.
41
Mientras no cesan los golpes de los dados
tres bicicletas relucientes y frías
esperan pacientes y cabizbajas
afirmadas en la pared de la cantina.
44
Un vaso de cerveza,
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.