En el ambiente flota un rumor de quejumbre,
de deseos de amor, de ayes retenidos…
Una ternura ingrávida, punteada de balidos,
apaga su fragancia en esta pesadumbre.
Se marchitan las madreselvas en los zarzales
y el aroma que exhalan a través del espacio
se parece a esos vértigos de gozo y de cansancio
que aguantaban, nerviosas, las antiguas vestales.
Se perciben espasmos, y agonías de ave,
que son inaprehensibles, mínimas y serenas…
Tengo entre mis dos manos tus dos manos pequeñas,
y en mi mirada tengo tu mirada suave.
Ah tus dos manos blancas. por la anemia nevadas
Oh tus dos ojos llenos de suave tristeza…
Es la hora del desmayo de la naturaleza.
de esta vaga expiación del fin de las jornadas.
Versión de Amador Palacios
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