Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre sueños la imagen me parece
de aquella que fue sueño en esta vida.
Yo, sin temor que su desdén lo impida,
los brazos tiendo al gusto que me ofrece;
mas ella (sombra al fin) desaparece,
y abrazo al aire, donde está escondida.
Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño
de aquella ingrata, que aun mi mal procura;
tente, aguarda, lisonja del deseo!»
Mas ella, en tanto, por la noche obscura
huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?
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