Cuando me trato más, menos me entiendo,
hallo razones que perder conmigo,
lo que procuro más, más contradigo
con porfiar y no ofender sirviendo.
La fe jamás con la esperanza ofendo;
desconfiando más, menos obligo;
el padecer no puede ser castigo,
pues sólo es padecer lo que pretendo.
De un agravio, señora, merecido
siempre será remedio aquel tormento
que cuanto mayor es, más se procura.
Porque para morir agradecido
basta de vos aquel conocimiento
con que nunca eché menos la ventura.
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