Estoy en Rijmenam entre montañas.
En el tiempo en que ejecutaban
dos veces el concierto para trompeta
y trombón de Peter Cabus,
he quitado el polvo en el salón,
he pasado por las aguafuertes
de Karel Mechiels y Frida Duverger,
al lado de cuadros de
Lily e Ingrid de Volder
y retratos de René Smits.
‘Ja ja’, pienso en voz alta para mí mismo,
estoy mirando a mi alrededor con la mano en la cintura
‘todo arte, todas obras de arte,
nuestra casa reluce con ellas,’
y pienso de nuevo.
Para mi asombro me oigo
declarándome respetuosamente a mí mismo:
«¡santo cielo! cómo por todo lo alto
estoy aquí, colmado, entre ecos,
entre montañas, mis amigos,
maestros, el apogeo,
mi admiración.»
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