Es mi corazón como una cúpula
llena de cantos. Hacia él suspiran
los mares y los ríos de este mundo.
Y todo este vibrar se vuelve al cielo
como en las alas de un arcángel hondo.
Me siento perfumado como un fruto
por la desgracia; pero siempre llevo
la música y la miel de mis abejas.
Yo sé que ni el amor consolaría
este duelo solemne de mi sangre.
¡El que ha volado mucho ya no puede
ver más que cruces en el horizonte!
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