Los que transformaron su nacionalidad y lenguaje para sobrevivir
(puertorriqueños en Nueva York, cubanos en Miami
o mexicanos en California)
los que mueren de soledad en sus apartamentos,
o dentro de un carro,
los explotados por las embajadas y consulados
organizaciones, empresarios, coyotes, abogados, policías,
políticos y familiares,
los que apenas saben leer y escribir pero que
mantienen la economía del país
(más de dos mil millones de dólares frescos anuales en los últimos 17 años,
sin tomar en cuenta todos los negocios
alrededor de los hermanos lejanos).
los que mueren aplastados en el freeway,
ahogados en las playas de San Diego,
congelados en las montañas o de sed en el desierto
en busca de la oportunidad que nunca tuvieron,
los que tienen un feo monumento en la autopista Sur
(realizado porque sobró dinero de la construcción de un paso a desnivel)
los que son el orgullo nacional pero que cuando mueren nadie los recuerda,
(María Chicas y su hija María Aurora, de cinco años, murieron en un incendio.
El Consulado de El Salvador no contestó las llamadas de la agencia EFE),
Los que salieron maldiciendo la miseria, la criminalidad,
las amenazas de muerte, al gobierno,
los vendedores de documentos falsos en la Alvarado,
de pupusas en cualquier lugar que lleguen,
los negociantes más prósperos,
los que nunca descansan,
los más hospitalarios del mundo,
los que siempre preguntan si ya comiste,
los que superaron las mafias empresariales y políticas
y triunfan a golpe de verdadero trabajo.
Los salvadoreños,
los más vergones del mundo.
Daltonikon de Néstor Martínez
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