Viendo el cabello, a quien la noche puso
en libertad, cuán suelto discurría,
con las nuevas pragmáticas del día
a reducirle Cintia se dispuso.
Poco debió al cuidado, poco al uso,
del vulgo tal la hermosa monarquía;
pues no le dio más lustre que tenía,
después lo dócil, que antes lo confuso.
La blanca tez a quien la nieve pura
ya matizó de nácar a la aurora,
de ningún artificio se asegura.
Y pues nada el aliño la mejora,
aquella solamente es hermosura
que amanece hermosura a cualquier hora.
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