Noche invernal. En torno de la mesa
transcurre humildemente la velada;
ella calla y me mira; en su mirada
tiembla su corazón hecho promesa.
Callo también y sueño. Me embelesa
la quietud de este cuarto de barriada
en que vivo una hora, sazonada
con mieles de pecado y de sorpresa.
Un abandono lánguido me embarga,
pues en la noche embrujadora olvido
del diario afán la pequeñez amarga,
y porque en el silencio y a su lado,
gozo un minuto libre, en el florido
regazo del azar y del pecado.
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