De «Hojas al viento» de Julián del Casal

1. La canción de la morfina

Amantes de la quimera,
yo calmaré vuestro mal:
soy la dicha artificial,
que es la dicha verdadera.

Isis que rasga su velo
polvoreado de diamantes,
ante los ojos amantes
donde fulgura el anhelo;

encantadora sirena
que atrae, con su canción,
hacia la oculta región
en que fallece la pena;

bálsamo que cicatriza
los labios de abierta llaga;
astro que nunca se apaga
bajo su helada ceniza;

roja columna de fuego
que guía al mortal perdido,
hasta el país prometido
del que no retorna luego.

Guardo, para fascinar
al que siento en derredor,
deleites como el amor,
secretos como la mar.

Tengo las áureas escalas
de las celestes regiones;
doy al cuerpo sensaciones;
presto al espíritu alas.

Percibe el cuerpo dormido
por mi mágico sopor,
sonidos en el color,
colores en el sonido.

Puedo hacer en un instante
con mi poder sobrehumano,
de cada gota un océano,
de cada guija un diamante.

Ante la mirada fría
del que codicia un tesoro,
vierte cascadas de oro,
en golfos de pedrería.

Ante los bardos sensuales
de loca imaginación,
abro la regia mansión,
de los goces orientales,

donde odaliscas hermosas
de róseos cuerpos livianos,
cíñenle, con blancas manos,
frescas coronas de rosas,

y alzan un himno sonoro
entre el humo perfumado
que exhala el ámbar quemado
en pebeteros de oro.

Quien me ha probado una vez
nunca me abandonará.
¿Qué otra embriaguez hallará
superior a mi embriaguez?

Tanto mi poder abarca,
que conmigo han olvidado,
su miseria el desdichado,
y su opulencia el monarca.

Yo venzo a la realidad,
ilumino el negro arcano
y hago del dolor humano
dulce voluptuosidad.

Yo soy el único bien
que nunca engendró el hastío.
¡Nada iguala el poder mío!
¡Dentro de mí hay un Edén!

Y ofrezco al mortal deseo
del ser que hirió ruda suerte,
con la calma de la Muerte,
la dulzura del Leteo.

* * *

2. Mis amores

Soneto Pompadour

Amo el bronce, el cristal, las porcelanas,
las vidrieras de múltiples colores,
los tapices pintados de oro y flores
y las brillantes lunas venecianas.

Amo también las bellas castellanas,
la canción de los viejos trovadores,
los árabes corceles voladores,
las flébiles baladas alemanas;

el rico piano de marfil sonoro,
el sonido del cuerno en la espesura,
del pebetero la fragante esencia,

y el lecho de marfil, sándalo y oro,
en que deja la virgen hermosura
la ensangrentada flor de su inocencia.

* * *

3. Post umbra

Cuando yo duerma, solo y olvidado,
dentro de oscura fosa,
por haber en tu lecho malgastado
mi vida vigorosa;

cuando en mi corazón, que tuyo ha sido,
se muevan los gusanos
lo mismo que en un tiempo se han movido
los afectos humanos;

cuando sienta filtrarse por mis huesos
gotas de lluvia helada,
y no me puedan reanimar tus besos
ni tu ardiente mirada;

una noche, cansada de estar sola
en tu alcoba elegante,
saldrás, con tu belleza de española,
a buscar otro amante.

Al verte mis amigos licenciosos
tan bella todavía,
te aclamarán, con himnos estruendosos,
la diosa de la orgía.

Quizá alguno, ¡oh, bella pecadora!,
mirando tus encantos,
te repita, con voz arrulladora,
mis armoniosos cantos;

aquellos en que yo celebré un día
tus amores livianos,
tu dulce voz, tu femenil falsía,
tus ojos africanos.

Otro tal vez, dolido de mi suerte
y con mortal pavura,
recuerde que causaste tú mi muerte,
mi muerte prematura.

Recordará mi vida siempre inquieta,
mis ansias eternales,
mis sueños imposibles de poeta,
mis pasiones brutales.

Y, en nuevo amor tu corazón ardiendo,
caerás en otros brazos,
mientras se esté mi cuerpo deshaciendo
en hediondos pedazos.

Pero yo, resignado a tu falsía,
soportaré el martirio.
¿Quién pretende que dure más de un día
el aroma de un lirio?

* * *

4. Ruego

Déjame reposar en tu regazo
el corazón, donde se encuentra impreso
el cálido perfume de tu beso
y la presión de tu primer abrazo.

Caí del mal en el potente lazo,
pero a tu lado en libertad regreso,
como retorna un día el cisne preso
al blando nido del natal ribazo.

Quiero en ti recobrar perdida calma
y rendirme en tus labios carmesíes,
o al extasiarme en tus pupilas bellas,

sentir en las tinieblas de mi alma
como vago perfume de alelíes,
como cercana irradiación de estrellas.

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