De «La ciudad» de Antonio María Flórez

Asómbrate

A Emilio Gómez

Asómbrate
de todo el tiempo
que nos falta
para ser eternos.

* * *

Desnudo

Nada es tan claro
como tu piel desnuda.
Y
te
toco.
Y
te
huelo.
Y
eres
una flor que huye
apagando
los espejos:
como el viento.

* * *

Ella

Para Teresita López

Ella tiene
una mirada
que aletea
sobre el sueño.
A veces duerme.
Y cuando despierta,
sus ojos
tienen plumas
y destilan mar.

* * *

Díptico de la espera

Para Carmen Palop

«De este amor mío tan delicadamente idiota…
Tan dulce y deliberadamente idiota
capaz de hacer llorar a la cuadratura del
Círculo…»
Rafael Alberti

I
Soñaba

Él:
miraba
a la puerta del Sol
esperando su llegada.
Y como ella
no venía:
soñaba.

II
Despertaba

Ella:
soñaba
en su cama
que él miraba
a la Puerta del Sol
esperando
su llegada
Y como no iba:
despertaba.

* * *

Hablando con Oliver Lou

A Paco Señor

Cintura de agua, crepúsculo de arena,
algunas barcas dormitan la luz
de los pescadores ausentes
que beben en el puerto
su sueño de mujeres y licor;
entre ellos tú, abstraído en la nada,
no alcanzas a escucharme.
Después tu memoria
caerá en un charco
y dirás que Itaca
es un lejano puerto
al que nunca se puede llegar.

* * *

Telaraña

A Lucía Mera

Por entre la luz
y el polvo
de las esquinas,
tú,
telaraña
de asombro
por los recuerdos.

* * *

Tríptico de Buenos Aires

En recuerdo de Alfonsina Storni
y Jorge Luis Borges

«De pronto es el amor el que te viene
y te llena la sangre de oleaje
y grita por tus poros, rebelado,
y sube desde el mirto a los cipreses».
Santiago Castelo

I
Retorno con aire de ausencia

Para Alba Estrella Gutiérrez

Retorno con aire de ausencia
el camino incierto
de las calles.
Vieja costumbre de acariciar
la tarde
que apenas aprendo a descifrar
en Florida y Lavalle.
Miro los ojos de la muchedumbre
sin detenerme
en la duda o la tristeza.
Los semáforos atrapan
todos los amarillos
posibles de la espera,
y ahí estás,
tras los espejos,
brújula de sueños
tragándote todas las esquinas,
siempre esperando,
siempre buscada.
Tomo tu rostro
anónimo y roto
de soledad
le propongo a tus pupilas
una ceremonia
de búsquedas
para esta noche,
algo así como
un tango de buzos
en los hoteles del vino,
y me dices que sí,
que agitemos la luna
y los violines,
que nos desnudemos
sobre olorosas sábanas
y exploremos los caminos,
esos que aún tenemos que recorrer
en la fiesta-encrucijada
de nuestro próximo naufragio.

II
Busqué de día

A Enzina Santacroce

Busqué el día en el amanecer de tus ojos
la sabiduría del beso en la hora
que marcaban tus labios sedientos
la espuma de tu verde piel
en la cicatriz precisa
de una vieja canción de amor.

Alcancé tus rosados pechos desnudo
en un asalto de mis dedos alocados
y el tiempo brotó en una espiral blanca de campanas
en un gemido de relámpagos y nieve.

Abrí tus entrañas vegetales
al blanco concierto de la lluvia
dibujé en tus muslos con mis dientes
mil avenidas de sonrisas y pétalos
y al rozar la humedad encendida
de tu medialuna de lirios y sangre
tus caderas temblaron en un estallido espasmódico
de hijos imposibles y de gritos abrazados
al tiempo hueco de los espejos.

Agoniza ahora la sombra líquida del sueño
sobre la fugaz primavera de nuestros cuerpos
y ene sta alborada de hoteles y cansancio
las palomas empiezan a recoger el viento de tus besos
a borrar tu rostro gesto a gesto
y a hacerte ausencia de un solo manotazo.

III
Antes del regreso

A Olinda Montenegro de Cibulsky

Aún estoy en Buenos Aires
-Waldorf, 315, doble con baño-
y tu rostro
quiere esfumarse crepuscular
derrotado por el horizonte.

Puedo evocar todavía,
mientras la maleta
se me llena de ausencia
y pequeñas muertes compartidas,
el olor a vino y vegetal
de tu boca entreabierta,
la calidez lejana
de tu piel de primavera y amianto,
la herida imprecisa
de tus ojos sedientos,
y hasta el lago de abejas,
la champaña y el llanto.

Ya los ángeles
braman olvido
desde el último beso
y la orquesta
ensaya los colores
de la tristeza,
ya las calles vacías
con el gris perfecto del silencio
y la luna
esperándome
en el puerto.

Mañana podré buscarme
nuevamente en otra ciudad
de puertas abiertas
y calles sin memoria
donde posiblemente
seguirá creciendo
el olvido
bajo la nieve dormida
de sus montañas.

* * *

Voy despacio

A Paco Señor

Oliver,
el grito de la luz
que amo
se ha callado para siempre.

La soledad
me ha desfigurado
a golpes de silencio.

He amado
una y tantas veces.

He soñado
en medio de las noches
el poder de las palabras,
de los besos.

Todo lo imaginado,
¡todo!
pero la luz se ha olvidado
que una vez fue ala,
garganta
y pájaro.

Oliver,
me he sumido
en el turbio canto
de la loca lluvia,
de la derrota.

Voy despacio,
amigo,
muy despacio,
buscándote
en el puerto,
hundiéndome
en la sombra.

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