No te amaré mañana. He aguardado
tantos días desnuda, con tu nombre
grabado entre las cejas, que olvidé
los inviernos, el azul y las rosas.
Ciertamente, habría de ser negra
la piel negra del perro que amordazó
mis piernas y fue lenta, hacia dentro
vistiendo de parálisis la gallarda
evidencia del hombro. Hoy he visto
que tan sólo milímetros le restan
a los hilos del túnel. Pero existe el remedio:
Mañana, cuando tú te despiertes,
encontrarás el lecho bañado con mi sangre.
Un panal de uñas rotas, y tal vez
una pluma deshojada en la lucha.
No debes sorprenderte. Habré ganado
en el instante último mi guerra.
Con un ala perdida junto al cielo
y la llave morada de los labios, estaré,
torpe y triste, otra vez aprendiendo.
Mas debe ser así, pues que la libertad
hermana es gemela de la muerte.
De la lonja de Juana Castro
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