Extraña conjunción, pueblo de ríos
fluyendo hacia ese centro, bajo un astro
que derrama su luz sobre las rocas.
Eterno mar, quimera de otro tiempo,
sombra asustada, oscuridad que sufre.
Acercarse hasta allí, viajar al fondo
de nuestra soledad, de nuestro miedo,
y encontrarnos de pronto frente a frente
con la mirada de la inmensidad.
Aventura de andar a ciegas por el borde
de una palabra llena de gritos y caricias,
de una fascinación antigua y poderosa.
Y más tarde volver al lugar conocido
-casa apagada, seca geometría-
con los ojos más viejos, sin nada entre las manos,
y seguir contemplando con dolor y en silencio
nuestro propio cadáver: la muerte acostumbrada.
Añadir un comentario