De «La verdad es un fuego donde ardemos» de Jorge Riechmann

Habitarás mi silencio

A veces
gritar es acariciarte los muslos, o torpemente
girar con el escualo de tu sueño aterido

Tropezar en la blancura,
sumir la negra boca en tu pelo y sentir
hambre en las raíces

A veces aullar es amarte,
jugar a los dados con un lobo, otear
en el aire arrasado las naves
de la sangre. Creí que te besaba
cuando la hoz solar me cercenó los labios.

* * *

He soñado con ella esta noche 2

1
Toda la noche desbordada,
gajo violento de fiebre y espuma,
me estrella contra tu límite.
Cuando se retire la pleamar del sueño
buscaré por la sucia arena fértil
tus muslos blancos que laten.
No sabré interpretar tu gemido,
tu sonrisa o tu queja. No preguntaré,
porque el abra interior de una respuesta
nos espera muy lejos, otra noche.
Ahora solamente
te amo, me mojo la frente y los labios
con desesperación y con quietud, ya muy despierto.
Gracias por visitarme salobre y tan hermosa.

2
Tan niña que no querías subir este camino
caminabas dos pasos desorbitabas los ojos
tan blanca como la luna de paseo
te escondías el resuello en lo más hondo
y aquellos negros pantalones ceñidos
y aquel calzado absurdo

Y yo me moría de amor
untaba de deseo las peñas y las hayas
imaginaba lo más secreto y recóndito del bosque
y amenazaba con llevarte en brazos

Fue hace tanto tiempo luego dormimos juntos
luego te devoró una ciudad despanzurrada
pero sigues volviendo en sueños

sueños como desollamientos.

* * *

Inconnue

Me expongo a ti como si fueras lluvia
capaz de deshacerme en átomos de cieno
merecedores del sedimento más hondo más oscuro y callado
para otra edad; o pudieses
lavarme de ese barro y presentarme, exento,
con la gran precisión de la jornada última,
ante los umbrales de gozo de tu ser.

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