De «Quince poemas» de Miquel Martí i Pol

5. Hay un remolino de agua donde las palabras se hacen dulces,
donde las palabras se hacen lentas y claras
como profundidades.

Hay un lugar en el espacio donde la voz os resuena,
donde la voz os rodea y seduce
como si gritárais en una cueva.

Si esto os digo es para sinceraros
con vosotros mismos .

No queráis descubrir qué fuerzas os mueven.

Hay la vida y la muerte, inmutables.

Lo demás son palabras.

Amaos, hermanos, por lo que os duele y os hechiza.

* * *

6. Aquellos a quienes no he amado,
aquellos a quienes ni siquiera he conocido,
conservarán la parte más pura de mí.

Vosotros, solitarios, que diréis mi nombre
y hallaréis la paz leyendo mis poemas.
Para vosotros escribo
con el afecto de un abrazo de hermano.

No me améis por el esfuerzo que entraña.
Escribir para vosotros
es como repetirse lentamente
los versos de un poema querido.

Cuando leáis mis libros
oiréis en ellos vuestra propia voz;
el vacío elemental de vuestra vida
que os llena las manos de viento.

No queráis penetrar su sentido.
Apartaos a jardines íntimos
o a cuartos silenciosos
y rogad con mis palabras -las vuestras-
maravillosamente vivas y actuales.

Yo, entonces, me haré visible en todas las cosas.

* * *

8. No os guardan del fuego
el espacio ni la nostalgia.
Normas sutiles hay
detrás de las palabras
y el temor al vacío
que os atrae y espanta.
En balde camináis
por la cresta del agua,
probáis frutos amargos
que las hojas amparan
y os enredáis al viento
hacia las rutas altas.
Tarde o temprano la noche
cortará las amarras
de este bajel que sois
y os lanzará por claras
sendas de soledad
al centro de las llamas.
En el fuego hallaréis
lo que os llenaba.

* * *

12. Sólo nos aislamos en las cosas pequeñas,
en la mínima y frágil libertad
de las cosas pequeñas
y nos cuesta en verdad dejarlas,
porque al abrigo de los inútiles objetos
inevitablemente cotidianos
existe todo un mundo no sabido de ternura.

Sólo nos aislamos,
sólo crecemos en las cosas pequeñas:
aquel pañuelo que llevamos siempre
doblado con tanto cuidado en el bolsillo,
la canción que recordamos de pronto,
un libro ya olvidado,
el gesto repetido tantas veces,
o la cosa más íntima
que nadie podría amar
como nosotros la amamos.
Se trata, bien mirado, de una constante
evasión hacia nosotros mismos,
hacia la más pura e íntima parte
de nosotros mismos,
convertida al fin y al cabo
-y nos sorprende siempre constatarlo-
en lo que más nos acerca al yo profundo
que vive adentro nuestro,
y sobre todo en lo que más intensamente
nos alienta a vivir.

* * *

15. ¿No sentirá cuando-huyas
la rama que te sostiene
un vacío de añoranza?

Cómo te diría que tu canto
me llena las manos de agua-luz,
y que soy tan puro como la voz de un niño
y tan grave y ligero como la tarde.

Si yo te tuviera, pájaro,
tendría el secreto de las cosas,
porque todo ahora es tu canto
y tu presencia,
frágil,
sobre la rama.

De «Quince poemas»
Versión de Adolfo García Ortega

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