Existo en tu cabello
y me deshago en él como incendiado.
Tiene entonces sentido la batalla,
tiene sentido el vivo azul Chagall
que cruza el ojo,
las doce en el reloj,
la música, el ocaso…
¡El ocaso!
Quiero hablarte de todo el tiempo,
de las horas anudado a tu nuca
con las manos trenzadas,
del terror que los días
supuraban en mis ojos de espejo.
Quiero hablarte del vello
que erizabas mirándolo,
de los hijos perdidos
ahogados en las sábanas
que no sabían nadar.
Quiero hablarte del raro sinsentido
que es amarte hasta desamarte.
También te odié,
y eso es amor.
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