Fluir en la corriente sagrada de los versos
de una noche a otra noche
y ser atropellada, ser mordida
por la negra belleza que estalla en las palabras.
Y qué saturación sentir el aire
de otros mundos, la hoja que temblaba
en la lluvia con sol, los astros asomados
a la leve escritura,
un aroma olvidado de la infancia
o un placer sumergido
en las aguas más hondas de la vida:
carne que se entreviese
-erórico fulgor rosado y denso-
bajo el encaje oscuro del poema.
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