Allá, cuando las lomas reverdecen,
donde hay almas que viven de esperanzas
y arreboles de fuego que florecen
en las inacabables lontananzas;
allí donde mi madre me ha llorado
con melodioso corazón de fuente,
por más que digan que los sueños mienten,
quisiera ser feliz y lo he soñado.
Son voces fraternales que me llaman,
una boca de niña que me besa,
dos negros ojos de tranquila llama,
y lejanos recuerdos de tristeza;
y el eco de murmullos lisonjeros
de los días henchidos de belleza,
y en cambio de los años que murieron
un puñado de nieve en la cabeza.
Añadir un comentario