Fue entonces cuando aprendiste a dialogar,
quizá de noche, con voz de migración y cataclismo.
Entonces aprendiste a hablar con un rumor de pozo.
Volcada, salías de ti y en ti permanecías.
Descubriste en tu vientre un objeto vecino
en el que concentraste un trabajo paciente,
un amor de minutos sostenidos. No hubo dolor.
Desgarramiento acaso, que mujer te hacía.
En ti edificabas un motivo de riesgo,
una elección posible ante una encrucijada.
Escribo estas palabras frente a tu gravidez.
Y luego vienes a leerlas.
Tu mirada de amante trastorna los poemas.
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