Dibujo de la fuga de Claudia Lars

I

Nunca se ha visto un blanco, un encarnado,
tan amorosos como el lindo verde.
Andrew Marvell

El árbol y su cielo.
Ya despierta la fábula en las cosas.
El cielo de mi risa
sobre el ágil velamen del columpio.

Yo tenía la nube,
también la huella fina de los pájaros
y un reino verde con semillas verdes
y el mar en el olfato.

Por aire humedecido
imaginad el ángel de las flores.
Por ríos invisibles
los jardines dispersos en mi frente.

De su centro de sangre
alzado el corazón, el fino huésped.
Jnto a párvulas sombras
musgo de leche y encendidas anclas.

Yo tenía mi cuerpo
y una fruta sin vello y dos abejas.
Me bañaba desnuda entre naranjos,
me comía el augurio de los tréboles.

El modo de mi casa
-hecho de arrimo y piedras vigilantes-
iba de viaje en un antiguo viaje
y en un libro de peces.

Los ojos de mi padre
eran náuticos ojos capitanes.
Daban a ratos fuegos de Santelmo
y metales del norte.

Detrás de mi inocencia
lunas dormidas en el dulce pronto…
Tal vez lo ya terrestre
ardiendo como el grillo de mi luna.

Para el suave domingo
islas de azúcar, jaulas de listones.
Para copiarme risas,
una risueña Alicia del Espejo.

¿Cómo contar mi olvido,
mi voy jugando de jugar de juegos?
La falda de mi madre:
ese almidón sembrado de violetas.

Todo el bosque del árbol
y yo la corza libre, la criatura.
¡Qué melodía de agua, qué paloma!
Mi giramor…mi girasol…mi mundo!

II

Su puerta
-arco de almíbar y de sal menuda-
abre el tiempo de blusas uniformes
debajo del almendro y la campana.

Creció mi corazón
como una flor esquiva por mi sangre,
sufriendo la indagante compañía,
un delicado miedo y la nostalgia.

Alguien dijo: es amor…
pero yo lo guardé con mis peinetas.
En música inicial, en largas noches
le dormí como a niño que amenaza.

Ella nada sabía.
Se apoyaba en mi dicha sin mirarla.
Por su país esbelto
iba el césped buscando lo que sube.

De sus dones abiertos
cogí el idoma fino, inmaculado.
Venía tiernamente hasta mi libro
con su origen de luz, con su garganta.

Tal mi golpe de vida:
solo…a la orilla extraña de los nombres.
¿Quién dibujó en el muro, en el cuaderno,
ese veloz mensaje de saetas?

La inmensa pajarera
y un trémulo silencio, siempre frágil.
Su suave fuerza deteniendo ríos
y fundando ciudades en el alma.

Ardor de mi pureza.
Cuna de fuego en pequeñez colmada.
¡Génesis de la abeja en mi pecho
buscando sus dos alas!

III

Y regresé por una carta dulce
que era medio llamada y medio eco.
Resbala el aire como un río de oro;
sube en el agua aquel azul pequeño.

El mismo abrazo se me da en los árboles,
con su aroma indefenso;
el mismo amor, la misma casa mía
en ángeles terrestres.

Olvido la ciudad porque es verano
y tengo mis almendros;
una nube trivial me entrega, ahora,
bailarinas esbeltas.

Nada ha cambiado, nada…Todo espera
al corazón que vuelve
sobre aldeas menores, sobre infancias
de contenidos cielos.

No hay horas en el tiempo, cada instante
es eterno y es breve.
Voy por mis ojos a la piel del mundo
y al mundo de mi cuerpo.

¿Quién me dio esta palabra iluminada
que sin sonar ya suena?
¿Este secreto de florales bosques
rodeados de silencio?

La golondrina de horizontes rojos
sobre mí va cayendo…
¿Qué distancia pulsante y consumida
me derrama en su vuelo?

Hay un algo que espera no sé dónde;
una escondida puerta:
puerta de azar para vivir relámpagos
o navíos o hielo.

Alcanzo mi camino y no lo alcanzo.
¡Desatadme los miedos!
Tengo una cita con la luz lejana.
Con el mar de mis muertos.

IV

En dominios de nieve
sueña la flor su escala y su corona.
La nieve cae, abandonando el aire
con un latido blanco.

¿Por qué levanta el muérdago
su sangre oculta en desafiantes hojas?
¿Por qué dejan los elfos invernales
laboriosos mensajes en el vidrio?

¡Eileen, Coleen, Maureen…verdes, doradas,
alimentad el fuego!
El pan junta a los hombres. Ya regresan
con sus pipas nocturnas y su infancia.

La nieve tiene ermitas y ataúdes,
tiene girantes naipes,
flota en la luz con pliegues de bandera,
borda manzanas de agua entre los mástiles.

¿Quién dice que la nieve es inocente?
¿Quién la celebra en el licor del sótano?
Mil peregrinos andan por su cuerpo,
ciegos de blanca burla.

¡Eileen, Coleen, Maureen…fuertes, sin miedo,
¿está borracho el viento?
¡Cerrad la puerta , defended la casa,
que es la nevada luna de los muertos!

En praderas de nieve
el verano dormido junta olores.
La nieve baja en diminutos ángeles
y fechas de diciembre.

¿Cómo estará la encina en su silencio?
¿cómo el pez, entre agujas?
Este morir de sueño, este abandono,
¿habrá de ser un colmenar de musgo?

¡Eileen, Coleen, Maureen…limpias, amables,
extended los manteles!
La niña del hermano busca elnorte
sobre temblor de remos.

Viene con su cabello derramado,
con sus pasos silvestres;
trae un lagarto de ónix en la blusa
y una guitarra breve.

Las torres de la nieve
suben luces pretéritas, de olvido.
Abre la niña su ventana y oye
la memoria del frío.

V

Llegó sobre sus botas de soldado
y su medida de alma.
En el vagón lloraba un niño puro
y leían los hombres con anteojos.

La música de ruedas
trenza llanuras con aldeas tristes.
Un presuroso cerro se le acerca
para huir, en menguante.

Cada cintura de árbol tiene brazos
que van a la deriva.
Es preciso callar, tal vez dormirse
o perseguir su nombre.

¡Ah, venid a mirarle!
¡Venid a señalar su labio joven!
Está jugando de coger mi frente
con sus pestañas de oro.

Creo que ya conozco su esperanza,
su jardín melancólico.
¿Dónde me dio, por un antiguo cielo,
esta frágil alondra?

Diríase que vino para hallarme,
olvidando su miedo en los cipreses.
Porque la muerte sacudió su espanto
lleva una palidez que le ilumina.

Quiero alcanzar su célibe distancia
y utilizo el perfume del pañuelo.
Con maniobras de abeja le cautivo;
le voy dando mi gesto y mis collares.

Por rápidas vidrieras
pasa un sitial de malvas, tres cabañas.
El día lento sufre en el jadeo
de tartamudos rieles y furgones.

¿Acaso fue mi educación de brisa,
su noticia de luz, el tiempo inútil?
De No Man′s Land traía un libro amargo.
¿No era mi edad el libro de la nube?

Por eso el viaje descansó en la playa
y nos dio el mar su vértigo de olas.
Borramos el ayer de los obuses
y despertó mi golondrinalondra.

VI

Este color de liquen y de algas;
este origen de mar, que nadie advierte;
este canto de grutas sumergidas
y estos silencios de agua, que se beben.

El goce de una intacta lejanía
donde el pulso del tiempo se endurece;
El barco que llegó buscando anclas,
por combate de noches y de nieves.

Un domador de potros de arcoiris,
un ágil compañero de los peces,
una rada con árboles de llanto
y la isla que muere y que no muere.

Todo, medio perdido por mis labios,
todo, medio salvado por mis sienes,
y en esta tierra de cumplidas cosas
apenas como el día adolescente.

Por un deseo que anudó en el musgo
el suelto sollozar de la intemperie;
por un lejano viaje que en la playa
cambió su muro de olas en laureles;

por eso estoy aquí…con este sueño
de oceánica raíz, casi perenne;
con este primer junio de buscarme
y este regalo de saladas fuentes.

Cae a mis ojos, de unos ojos altos,
toda la luz en su marino oriente.
Cae a mi corazón, con piel y sangre,
toda la vida de mi nombre verdee.

Tal vez de una ternura de riberas
mi iré al volcado adiós de las corrientes.
Tal vez en un estreno de horizontes
recogeré la flor de lo que duele.

Ha sido mi secreto entre las ramas
esta mitad de mar que no obedece.
Por eso ando buscando, sin decirlo,
el nuevo viaje de mi antigua gente.

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