Está sentada en medio de la alfombra,
con una mano sobre sus cabellos y
en la otra un anillo
que hace girar con un furor mecánico
bajo la luz escueta de la lámpara.
Murmura con excesiva lentitud,
oigo su voz, golpea
como la lluvia contra los cristales,
empañando sus gafas con una incómoda humedad.
Ah, la emoción del trance, o quizá sólo
es el calor que viene de la estufa.
Él se levanta, dice, cuánto sufres;
dice, perdona, voy a hacer café,
necesitamos un descanso; vuelve;
es hora, piensa, de una pausa; y ella
no escucha, dice, mi tragedia es no
saber si el sexo satisface o si
es prescindible en su ilusión; escúchame,
ignoro incluso en quién o dónde estoy
cuando hago o digo cosas como ésta,
todo resulta tan confuso, intenta comprender.
Él pone azúcar en la taza, dice,
admiro tanto tu sinceridad.
Divagaciones sobre el príncipe azul de Jenaro Talens
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