Cuando bajó a la calle luego del encuentro amoroso
remolineaba nieve en el aire.
El invierno llegó
mientras yacían juntos.
La noche lucía blanca.
Iba apurado por la alegría.
La ciudad toda se inclinaba.
La sonrisa de los que pasaban
-sonreían todos tras los cuellos subidos.
¡Todo era libre!
Y todas las interrogaciones empezaron a cantar la existencia de Dios.
Eso le pareció.
Liberada, una música
se deslizó a zancadas
por la vertiginosa nieve.
Todo en dirección al Do.
Una brújula trémula apuntando hacia el Do.
Una hora por encima del dolor.
¡Era fácil!
Sonreían todos tras los cuellos subidos.
Versión de Roberto Mascaró
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