El poniente, el lucero de la tarde
y para mí una clara llamada. Acaso la escollera
no haga gemir al agua, cuando emprenda
mar adentro mi ruta,
y haya sólo el reflujo que parece dormido,
demasiado turgente para rumor o espuma,
cuando lo que sorbía del fondo ilimitado
regresa ya a su centro.
Crepúsculo y campana vespertina
y luego, ya la noche.
y acaso no haya adioses doloridos
el día en que me embarque,
pues, si de nuestros hitos del Lugar y del Tiempo
la marea me aparta,
confío, cara a cara, mirar a mi Piloto,
doblada la escollera.
Versión de Màrie Manent
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