Llámenosla novia o nieve cuando falte al hotel: detengan en la cama las sábanas su curso, tiemble la lámpara, salte de rasguños la cortina.
Que en la calle arda un perro.
Que todas las esquinas y las luces escuálidas den a un taxi escarnecido Que el taxi viaje leguas, plazas, mentidos horizontes y llegue al fin t una estación donde aguarde solo un tren escarnecido.
Pensemos que es un tren que viaja al cielo o a la novia o a la nieve. Abordémoslo. Perdámonos en el humo, en el frío, en los escondites que colman los vagones. Apoyemos los labios en el cristal helado y besémonos:
igual que a un mal espejo,
igual que a una pasajera atada a los rieles en un túnel.
Llámenosla nieve o pasajera.
Recojámosla.
Abriguémosla. Démosle maíz en su boca celeste. Contémosle historias con héroes, lobos blancos y el más feliz de los finales.
Creamos que deben ser ciertas las historias y bajémonos con ella en la siguiente estación donde el tren se detiene un momento a respirar.
Pero no será verdad y en la estación arderá otra vez un perro y nos estará aguardando un taxi con la puerta abierta
escarnecida.