Dormidas en el ático han quedado
la sombra del reloj en las cortinas,
la brújula del sueño y de las nubes
que giran sin dejar lluvia en las tejas.
He vuelto las vasijas boca abajo
y es blanca soledad lo que derraman
al suelo contagiado de alas secas.
La rosa de los vientos he tomado
naciendo del escombro. Hay un destino
que llama desde el mar y oigo bocinas
silbando entre la niebla que clarea.
Un nuevo sol desnudo se levanta
detrás de los cristales del rocío,
un nuevo mar de índigas espumas
y cándidas ciudades ribereñas.
Recuerdo los naranjos y la aulaga…
Ya es vano recordar, que quiero olvido,
eterno bebedizo de esperanza
y enjambres de hojas verdes en las manos.
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