Con grumos ocres pudo el viejo Rembrandt
pintar su último rostro. Es un autorretrato
en su final. hecho de encargo
para un joven pintor de 34.
(El mismo Rembrandt visto en otra cara.)
Puestos cerca esos cuadros
muestran en igual pose las dos bocas,
unos ojos intensos o vagos,
las manos juntas en el aire
y el tacto de colores
con hondas luces que se rompen
en sordos sollozos apagados…
Rembrandt en la vejez, al dibujarse
supo ser objetivo. No interfiere
en los estragos de su vida,
ve lo que fue, no afiade, no lamenta.
Su alma sólo nos busca por espejo
y sin pedirnos saldo
se acerca en sus dos rostros,
pero quién al mirarlos no se quema?
Añadir un comentario