Aléjanse de mi horizonte algunos personajes de tragedia,
aquellos que -preciosamente- guardaba entre los hielos
en espera de una hipotética reunión escénica.
Los peces de asimétrica calcificación que Príamo enviara
como signo de mal talante a su hija Alejandra.
Las huellas del desespero, las que provocan unas sandalias
mal anudadas en pies desobedientes a mandatos
del corazón.
El cachorro que después creció, pero en la época en que
Holofernes no temía soliviantarlo con maullidos
ficticios y una escaramuza de carne cruda y helechos
nunca, finalmente, otorgados.
La escarapela de Clitemnestra, de decisivo empleo en la
resolución de los debates Cástor-Pólux, aunque
aumentado su valor dramático ahora por ciertos
célebres sollozos que conserva guardados en los
pespuntes de la capa.