El maestro de griego nos decía: Las palabras
macularon su antigua pureza. Las palabras
fueron antes más bellas… Las palabras…
Y la voz del maestro se quedaba prendida
de una tela de araña.
Y un muchacho con cara de Hamlet repetía:
Palabras… Palabras… Palabras…
Pequeños refranes: El que calla otorga.
Oh amada,
que calzas tus frases con chanclos de goma,
pero nunca otorgas.
¿Conoces la nueva?
El silencio es oro, la palabra es plata.
Ergo, pignorables.
Y existen palabras que solo se dicen
en casos fortuitos,
como la palabra del Abracadabra…
El maestro sigue diciendo palabras.
El arte… la ciencia…
Algunas abstrusas, algunas preclaras.
El muchacho con cara de Hamlet, bosteza;
y fuera del aula,
un pájaro canta
silencios de oro
en campo de plata…
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