El cementerio de Vilcashuaman de Antonio Cisneros

Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas:
flores de palo entre la tierra de los hombres
y el espacio que habitan los abuelos.
No edificios construidos con usuta
donde las cenizas se oxidan sin mezclarse.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas.
Moran aquí nuestros primeros padres:
bien dispuestos y holgados
y armoniosos entre los rojos campos
y las colinas interiores del planeta.
«La carne aguanta menos que el maíz
y menos que los granos el vestido:
más que el algodón la lana
pero menos que el hueso:
y más que las costillas quebradizas aguanta el viejo cráneo».
Y llegado el momento
regresan a la tierra
igual como la arena se mezcla con la arena.
Abuelo Flores Azules de la Papa,
Abuelo Adobe,
Abuelo Barriga del Venado.
(Y en el techo del mundo de los muertos
como un río de gorgonas la sequia sucede a las inundaciones
y los hijos mueren de sed junto a las madres
ya muertas por el agua).
«Donde tu fuerza, abuelo, que los ojos del fuego no te alcanzan».
Sólo los viejos nombres de acuerdo a edad y peso.
Sólo las cruces verdes,
las cruces azules,
las cruces amarillas.
No el arcángel del siglo XIX
la oferta y la demanda y las cenizas solas.
Abuelo Flores Azules de la Papa.
Abuelo Adobe,
Abuelo Barriga del Venado.
«Moja este blanco sol, Abuelo Lluvia».
Mientras la tierra engorda.

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