Visión impecable de nácar riente,
ara de alabastro y hostiario viviente,
cisne, frágil arco de la idealidad;
alma que desfila bajo de tu cuello
digna es del gran triunfo de gozar lo bello
y del sol que alumbra la inmortalidad.
Sagrario que viertes pulcritus divina,
filtro idealizado de luz cristalina,
de las fuentes triste clarificador;
tu lección de blanco, viste de pureza,
viste armonía, viste de belleza,
y abre castas risas de bondad y amor.
Tu blancor teológico lava de pecado,
y, oración de plumas, tu ropón nevado
habla de una eterna casta religión:
la que da a las almas la naturaleza,
la que da alegría, la que da belleza,
la que de blancuras viste la ilusión.
Gracia de los cielos en tus plumas llueve,
en tus plumas hechas de oración y nieve,
que a la boca invitan cual para rezar;
hecho tu plumaje de altos resplandores,
no está profanado ni por los colores
y su luz ni el iris se atreve a tocar.