Sé que es diciembre en alguna parte
y que saltan los astros
en las copas blandas
de los abetos recién nevados.
Sé que hay una especie de cuervo
que llega a encender su propia mecha
y extiende lentas alas de humo
a lo largo del cielo.
Una tenue luz -mientras tanto-
atraviesa las cortinas
y dora el lomo cansado de mis libros.
Se alcanzan a distinguir entre las letras
los cristales de un invernadero.
El corazón calienta este paisaje
que se escucha entre ráfagas de viento
el clima frío y cerezas encendidas
en la mirada atenta del cuervo.
Fluye la música de las alturas
entre los copos de nieve.
El día y la noche
en la quietud sin tiempo
colman esta aspiración inmensa
de ser el sol y la luna en un mismo pecho.
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