El hombre que resiste
es menos infeliz, acusa poco
la llegada del mal a sus dominios,
ignorando si hay viento
de levante o poniente,
o si en sus tentaciones
ha crecido la hierba.
Cuántas veces el cuerpo está llagado
hasta el punto de ansiar la sepultura.
Pero nada termina
por derrotar al hombre
que ha visto su victoria ya de lejos,
aunque apenas le queden
fuerzas para arrancarla al enemigo.
Cuántas veces la débil naturaleza sirve
de escudo atemperado
contra alguna supuesta rebeldía.
Pero aquél que resiste llega a vivir del todo,
enraizado en la oculta verdad que le define.
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