Emilio, no le atormentes,
deja al insecto en reposo
que es juego muy doloroso
ése que tomas con él;
ambas alas transparentes
prenderle, y después burlarse
porque no puede escaparse,
es, Emilio, ¡bien cruel!
¡Mira cual bulle y cual pena
por desclavarse las alas
y lucir sus nuevas galas
en el ambiente de abril!
Si por la rubia melena
a un espino te apresara
así tu cuerpo luchara
en tu cólera infantil.
Escucha; ese pobre insecto
aire sólo necesita;
¿Qué le queda si le quita
el aire tu voluntad?
Tú su camino perfecto
le tuerces en tu capricho…
hombrecillo, ¿quién te ha dicho
que es tuya su libertad?
Porque era la mariposa
más endeble que tu mano
ya con decreto inhumano
la inmolas a tu pasión;
¿será experiencia ingeniosa
de tus obras de otro día?
¿Son ensayos, vida mía,
que va haciendo tu ambición?
¡Por Dios, que a mi talle alcanza
tu brava cabeza, apenas,
y ya labras las cadenas
para amarrar a otro ser.
No bien el Señor te lanza
a este campo dilatado,
y ya seres te has hallado
a quien mostrar tu poder.
¡Oh! si la oruga lozana
te bastara solamente,
aunque esclava injustamente
no más que insecto es el fin;
pero ¡ay Emilio! mañana
las cosas truecan de nombres;
los insectos serán hombres
y mundo será el jardín.
Mas, no le arranques las alas,
no se las rompas, criatura,
que va a lucir su hermosura
por esa extensión azul;
hoy ha estrenado sus galas
y es indigna tiranía
no dejarla un solo día
que desplegue su albo tul
¡Fortuna! ya te abandona;
huyóse la prisionera
¡Mira, mira cuán ligera
allá por los aires va!;
yo no sé por qué ambiciona
tu cariño aprisionarla,
porque es más bello mirarla
si libre y gozosa está.
¿Lloras, Emilio? ¡qué duelo!…
¡Era tu primer cariño!
vete consolando, niño,
que otro vendrá tras aquél,
mas no busques, no, consuelo;
llora, pobre Emilio, llora
que te hará el pesar de ahora
el que venga menos cruel.