Un León en otro tiempo poderoso,
Ya viejo y achacoso,
En vano perseguía, hambriento y fiero,
Al mamón Becerrillo y al Cordero,
Que trepando por la áspera montaña,
Huían libremente de su saña.
Afligido de la hambre a par de muerte,
Discurrió su remedio de esta suerte:
Hace correr la voz de que se hallaba
Enfermo en su palacio, y deseaba
Ser de los animales visitado.
Acudieron algunos de contado;
Mas como el grave mal que lo postraba
Era un hambre voraz, tan sólo usaba
La receta exquisita
De engullirse al monsieur de la visita.
Acércase la Zorra de callada,
Y a la puerta asomada,
Atisba muy despacio
La entrada de aquel cóncavo palacio.
El León la divisó, y en el momento
La dice: «Ven acá; pues que me siento
En el último instante de mi vida,
Visítame como otros, mi querida.»
«¡Como otros! ¡Ah señor! he conocido
Que entraron, sí, pero no han salido.
Mirad, mirad la huella,
Bien claro lo dice ella;
Y no es bien el entrar do no se sale.»
La prudente cautela mucho vale.
El león y la zorra de Félix María de Samaniego
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