La noche era clara
el mar calmado y azul.
Esa noche la luna se mostró entera
sin la sombra de ninguna nube;
eran las doce
y nuestros cuerpos proyectaban sombras
como si estuviera amaneciendo.
Mirábamos el cielo, el mar, la arena
a cincuenta metros se distinguía
cada roca
cada ola punto de reventar
hasta las botellas y las latas vacías de cerveza
abandonadas en la orilla.
Milagro de milagros
amanecía en plena noche
y él acababa de llegar.
Me dio un beso, bebimos, bailamos.
Bendije, entonces, mis peregrinajes
a la cruz
el conjuro de la bruja
experta en amores
mis avemarías
el mismo deseo tres veces repetido
que formulé ante la luna nueva
cada noche.
Pero él, acabada la fiesta, se deshizo de mi abrazo
y dijo: no sé por qué he venido
no te amo,
no sé qué estoy haciendo aquí.
Y recordé la piedra que tiré al río
las noches sin luna,
mi falta de fe.
El llegó con la luna llena de Giovanna Pollarolo
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