Caracoleando su rumor milenario,
imponente emerge el mar
por entre oscuras rocas
que bordean la costa y me rodean
las mujeres de mi vida.
Sus cuerpos se encrespan,
estallan aquí cerca, a mi lado,
y en la distancia muere el atardecer.
Pequeñas olas llegan suavemente
tras formarse afuera
e irrumpir ahora, palabras
que ya no sé quién dijo
ni cuándo ni su razón de ser.
Líquida caricia me lame los pies,
el pensamiento, casquivana, insistente.
Hacia su origen enfilan residuos
en dulce postración.
El mar: esponja de recuerdos,
cambiante espejo, flujo
y reflujo de otras vidas,
de mi existencia metamorfosis
y resurrección.
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