El ferry zarpó rumbo a la Perdiguera.
Un grupo de niños jugaba en cubierta
a lanzarse un flotador sin mucho acierto.
Terminaba el verano. Éramos, sin saberlo,
el último grupo de turistas.
El mar menor brillaba como un desierto de plata
frente a las terrazas vacías, desencajadas
como trajes que visten esqueletos.
Cubierto de soledad
me fumé el último pitillo.
No te esperé, como dijiste.
Juro que jamás quise tocar la costa.
Añadir un comentario