El mundo ya no habla. Como pueblos
de abandonadas minas, la memoria; como chabolas
próximas a cercas. Forman red
los olivos y circula
el tractor entre ellos. Hace falta
dulzura para ser. ¿Se desatan
los nudos? Todo es ahora plano,
tiene blandos los ojos y manchas
en la piel. Hay muertos diminutos,
una escala de ángeles que alertan
al durmiente, y el pozo, las arcadas,
los jazmines. Duele de no sentir.
El alma es por la muerte y de la muerte,
pequeño ser que oficia
desde la imprecación. La parca
del pasado lo advertía: cuerpo,
aquí comienza
otro ciclo, eres tú y eres nada.
Afectos de la memoria, húmedo
verde limón, azuladas
hortensias. Y la oscura figura:
la mano de los anillos y la mano
quemada son ya la misma mano, arenques
con su luz. ¿Cómo arraiga el olivo? Quieto
fulgor, mira la arena negra.