Los escombros del templo, sobre el alta colina,
yacen. Y en este erial, entre ramas fragosas,
los broncíneos héroes y marmóreas diosas
bajo el yugo cayeron de la muerte divina.
Al abrevar los bueyes, entona en su bocina
el pastor un antiguo cantar; y en las brumosas
tinieblas, se destacan sus formas prodigiosas
sobre el negro horizonte de la calma marina.
Cara a los viejos dioses, en primavera, siente
la tierra maternal cómo es fútil su canto,
y hace brotar del roto capitel otro acanto.
Mas al sueño ancestral el hombre indiferente
oye impasible, en medio de las noches serenas,
al mar que se acongoja llorando a las sirenas.
Versión de Otto de Greiff
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