Como era muy vergonzoso
salía de higos a brevas,
y encerrado se pasaba
el oso en aquella cueva.
Veía a los animales
en libertad paseando,
los miraba con envidia
pues lo estaba deseando.
«Yo también quiero salir»
-dijo rojo de vergüenza-,
pero nadie lo escuchó
porque no gritó con fuerza.
Y allí se quedó encerrado
sin atreverse a salir,
y triste pasó sus días
viviendo el oso infeliz.
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