-Desde aquí arriba -¡se lo aseguro, suban!-
resulta impresionante el panorama.
Al fondo -allá, donde huye el horizonte-,
nubes rojas se enlazan con la tarde.
La ciudad se retrepa contra el cerro
-como un viejo, cansado, en su poltrona-
y sonríe en las cúpulas que brillan
al herirlas el sol con sus rayos dorados.
-¡Olvídame, mostrenco cicerone!
Desde aquí arriba -¡te lo aseguro, sube!-
desolación es todo el panorama…
Las nubes son un mar. El sol, un pozo.
El viento barre el corazón vacío.
Y, cerrada la puerta de la torre,
bajar en caída libre es la sola salida.
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