El payaso Sinsón
sonrisa no tenía
en su rostro bicolor.
Todas las tardes
los padres
pasaban de largo,
los niños reían buen rato,
y los perros
sacudían el rabo
ante el payaso Sinsón.
Pero Sinsón no comprendía
por qué nadie quería
ser parte de su función.
Pasábase las horas, Sinsón,
dándole vueltas al coco
y frotándose la nariz un poco,
buscando una solución.
Primero tocaba el violín
¡güin, güin, güin!
Después, tocaba el tambor
¡porrón, porrón, porrón!
Pero nada de nada
le funcionaba
al pobre Sinsón.
Y así, cada tarde,
niños y padres paseaban
ante un payaso de cartón.
***
Autora: ALMUDENA ORELLANA PALOMARES
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