Entro en una gasa letárgica
hecha de fantasma y Purgatorio.
Está detrás de una velocidad de párpado
la fractura de una Afirmación.
Pero yo nada puedo ya afirmar
en esta ensordecedora negociación
de bien, mal, política, moralidad.
Entro y salgo de vestiduras tensas,
la Afirmación me enardece:
debo escoger, tomar partido,
pronunciar una sentencia
y mantener los ojos abiertos.
Entro luego en ámbito
de arenas evangélicas,
veo sombras de manos y huelo
el vibrante viático de mi Hermano.
Salgo a los dédalos del mundo.
No renunciaré a este entrar y salir.
No escucharé las Órdenes. Tendré,
entre los fantasmas y los purgatorios,
sobre el calor de las manos que proyectan
esta sombra de un collar blanco,
la dávida necesaria. Sostendré,
al entrar y salir, el peso de una chispa
que sale de una gota o un río de sangre
-todo lo que me une a esto
y a lo otro, diminutivamente
a mi hermano, al mundo.
El peso de una chispa de David Huerta
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