A Esperanza y Manuel Rico
Apenas si veía pájaros.
Se oían voces y ruidos de vasos,
y una música triste, derrumbada,
una canción distinta, pero intensa.
Todo se hallaba absurdamente detenido
dentro de una burbuja de desdicha,
de distancia sin aire, de muralla de hielo.
Y la niebla besaba largamente
aquel rincón del mundo en que te hallabas,
aquella esquina mísera y absurda
desde la que mirabas hacia fuera,
hacia un lugar inhóspito y aislado,
un sitio que te rechazaba,
donde tú no existías,
donde nadie entendía tus palabras,
un sitio en donde sólo se podía llorar,
llorar como esa niebla que todo lo cubría.
Como una gasa vieja
aquel opaco manto te ocultaba
detrás de los cristales.
Allí, lejos del sol y falta de tu idioma
tu acorralada infancia descubrió
el castigo del abandono.
Cayó la noche sobre las aceras
como un charco de tinta:
apoyaste la frente en los cristales
y lloraste despacio en español.
Unos niños cantaban a lo lejos:
‘Au clair de la lune/
mon ami Pierrot/
prete moi ta plume/
pour écrire un mot’.
Y con la pluma que ellos te prestaron
has venido escribiendo sin reposo
la palabra tristeza.