Mejor tal vez sería no recordar de nuevo
los días que pasaron como caricias crueles
por tu piel y mis manos.
En la luz del deseo brillaron nuestros cuerpos
y juntos escuchamos la voz ancha del mar.
Las heridas fragantes de aquel tiempo persisten
como antiguos dolores recientes en mi carne.
Yo no quiero escuchar el lenguaje marchito
de las cosas que ardieron.
Pero sé que es inútil. No es posible
recurrir a un presente hecho de soledad
para olvidar el canto de un verano, unos brazos,
para dejar temblando en el camino
el fuego que aún enciende sin querer mis palabras.
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