Aquella estación. La veo.
Oigo el silbo del tren.
Me voy. Está lloviendo. Estoy sentado,
tarde grande de mayo, dolorosas
punzadas.
Lluvias.
Tú, amor mío.
¿Qué importa?
La tierra está muy seca.
Es mejor, sin palabras, que así sea
todo, que así se caiga
todo.
Pero aquella estación…
Y aquel azul…
Cómo se va hacia dentro
la verdad, oh noche
perdida, circulando,
silbando como el tren
encendido.
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