Mi alma es casi dichosa y casi triste
porque el cielo es el mismo cielo de nuestra dicha
y el amor que me inspira,
ay, es el mismo amor de aquellos días.
Y por eso mi alma, triste y dichosa a un tiempo,
es igual que una virgen embriagada
o una antigua bacante
que ríe y llora ebria en las colinas,
y está loca de vientos y de lunas,
de soles y de pinos y de altura,
y llora y ríe sin saber qué hace
y sus pies en las flores despiertan leve música
y el torrente acompaña sus éxtasis salvajes
y el crepúsculo besa sus mejillas
y la creación resuena a su voz amorosa
y le responde con ardientes ecos,
y a través de la sombra
con sus astros lejanos le contestan los cielos.
Así, mi alma no sabe qué dice ni qué calla
y está casi dichosa y casi triste
y sin saber por qué llora y sonríe
y canta y se lamenta,
y va como una virgen destrenzada y desnuda
por valles y montañas,
y los pastores huyen a su paso
y las mozas se ocultan para verla,
y su fervor por todo es tan divino,
y su amor tan ardiente
que nadie lo comparte,
y por eso va sola
por las verdes colinas y las montañas grises,
sola, casi dichosa y casi triste.