Me gustaría invitarte una noche (y aún lo espero)
a charlar, para que te vieran, y a tomar una copa juntos.
(Porque es emocionante discurrir junto a un cuerpo tan hermoso
y tan joven, y verlo con deleite, sin prisa, y que lo crean tuyo.)
Y cuando el camarero nos tendiese la copa, exuberante,
grata, y colmada de algún licor entre el hielo y el oro,
a la luz íntima y brillante de las lámparas, Vitucho,
te diría: ¿La ves? Fulge el cristal, y el licor rebosa.
Tras un breve rato, aún en plena noche, estará vacía
y sucia. Las huellas de los dedos pegadas al vidrio. Ida.
Y te diría que tu adolescencia es, ahora, como esa copa
rebosante. Te lo diría, y te miraría y esperaría que entendieras.
Añadir un comentario